SEIS AÑOS EN EUROPA DE BANDERA, ESCUDO Y AFICIÓN (VER VIDEO)
Ver video de alguno de los momentos, malos y buenos, que han hecho grande al Sevilla FC en los últimos seis años
"Consolidar al equipo entre los seis primeros de España". Ésa fue la frase con la que José María del Nido se presentó en sociedad ante el sevillismo. Ésa y otras míticas como aquella de que la deuda era calderilla o que los cordones de la bota de José Antonio Reyes valían más que el propio Rivaldo. Del Nido le dio un beso de tornillo a la osadía, pensó que la única forma de ser grande era creérselo, y los años le han dado un incontestable triunfo. Sin embargo, no siempre ese discurso, ambicioso y surrealista para una afición acostumbrada en la última década a terremotos y decepciones, caló en el imaginario colectivo nervionense. Hubo que imponerlo poco a poco, hasta el punto que en ocasiones fue necesario dar la espalda a la mayoría para superar a la ‘lógica' y hacer buena la sentencia que dice que sólo el que sueña puede llegar a alcanzar sus anhelos.
No es sin duda el adalid de las películas de ficción, pero Demolition Man introduce una reflexión interesante cuando Silvestre Stallone y Wesley Snipes, congelados en el tiempo, despiertan tras años de hibernación y aterrizan en un futuro de ficción para sus mentes, incapaces de asumir tanto progreso generado por la sociedad que dejaron en su día. Si algún sevillista hubiera sido congelado en el tiempo en marzo de 2003, por decir una fecha, y despertara este mismo mes de mayo, seguramente se sentiría tan fuera de sitio como Stallone y Snipes. ¿Cómo digerir tanto éxito? Sería como una borrachera mortal de felicidad.
No es cuestión de tirar de cifras, de recordar que el Sevilla hace siete campañas estaba encadenado por una sangrante deuda, que no tenía más de 25.000 abonados y que apenas contaba con un internacional de selecciones menores. No es cuestión de comparar el ominoso pasado con el fulgurante presente. Simplemente se trata de subrayar lo mucho y bien que se han hecho las cosas en las últimas seis campañas, hasta el punto de lograr, después del choque de anoche ante Osasuna, una sexta clasificación consecutiva a competiciones europeas, algo que en la presente década sólo han logrado los dos grandes colosos, Barça y Madrid.
Firme gobierno de la Entidad
Las bravuconadas son bravuconadas cuando el que las suelta desafía sin fundamentos ni fe en lo que dice, sin creer en las posibilidades de llegar a la meta que se marca. El discurso del presidente Del Nido siempre tuvo matices bravucones, una contundencia extrema, pero sí estuvo fundamentado por más que en determinados momentos algunos le llamaran loco y la mayoría pensara que el Sevilla se rompía por el adiós de determinados estandartes.
"En mi proyecto lo único imprescindible es la bandera, el escudo y la afición", dijo nada más tomar las riendas de la Entidad el máximo mandatario nervionense. La máxima era bonita pero allá por los primeros meses de 2004 la venta de José Antonio Reyes no gozó de la comprensión de gran parte del sevillismo. La joya de la corona se marchaba a Inglaterra y el temor se adueñó de una grada que se quedaba sin ídolo. Fue la primera de muchas decisiones impopulares que sin embargo acabaron siendo clave para forjar el mejor Sevilla de todos los tiempos.
Como bien hubiera dicho Carlos III, uno de los Borbones más eficaces si no el que más, un buen modelo para gobernar puede ser aplicar la máxima de "todo para el pueblo pero sin el pueblo". Salvando las distancias entre los tiempos del despotismo ilustrado y los de nuestra sana y valorada democracia, quería decir el insigne monarca que en ocasiones la masa es tan dispar en gustos y preferencias, que se hacen necesarias medidas efectivas que, aunque poco populares, a la larga aportarán un beneficio real al grupo. Fue, de hecho, el propio Carlos III el que revolucionó las calles de Madrid, las empedró y limpió de basuras, las iluminó increíblemente con muchas protestas en contra. No le tembló el pulso pese al descontento de un pueblo reacio a aceptar cambios que a la larga les iban a beneficiar... Cuando han pasado más de dos siglos de su muerte, Carlos III es considerado por unanimidad total el mejor alcalde que jamás tuvo la capital de España. Es cierto que la historia al final pone a cada uno en su sitio.
El inicio del camino
Sí, se vendió a Reyes, y se habló de que se vendía para crecer. Bonitas palabras pero insuficientes para una hinchada que en mitad de la campaña 03/04 soñaba con llegar a Europa de la mano de Joaquín Caparrós y que de la noche a la mañana se quedaba sin su verdadero crack. Pero el Sevilla no se descolgó de la parte medio alta de la tabla y con revelaciones como Julio Baptista, que aquella temporada en Liga marcó 20 goles, consiguió regresar a Europa nueve años después, desatando la ilusión de una afición adormecida por constantes sin sabores y frustraciones. En el verano de 2004 se apostó de nuevo por el crecimiento con fichajes de altura como el de Renato, mediocentro titular de la selección brasileña, y el conjunto hispalense desde el comienzo de la campaña peleó por los puestos de arriba quedándose fuera de la Liga de Campeones sólo por un final de campeonato para olvidar. En cualquier caso, se igualaba la marca del Sevilla de Manolo Cardo de repetir por segundo año consecutivo clasificación europea.
Llegó el verano de 2005 y el Consejo de Administración entendió que la campaña del Centenario requería un giro de 180º. Joaquín Caparrós, después de cinco exitosas campañas, salió del Club, siendo otra decisión que no gozó de respaldo popular. Incluso se llegó a convocar una manifestación para criticar la marcha del utrerano. Pero Del Nido y su equipo tenían las espaldas bien anchas y creyeron firmemente en su filosofía de proyecto, por encima de quejas y críticas. Se fichó a Juande Ramos y tras él llegaron un grupo de jugadores que pocos meses después comenzarían a firmar páginas de oro en la historia del Sevilla FC: Enzo Maresca, Fredy Kanouté, Luis Fabiano, Javier Saviola o Andrés Palop entre otros.
A pesar de los muchos y buenos nombres contratados, había gran incertidumbre en la afición, porque a finales de julio Baptista formalizaba su salida. Muchos pensaban que con el adiós del brasileño, el garante del gol en las dos campañas anteriores, el equipo se podía quedar sin pegada. Pero el proyecto se volvió a imponer, también cuando se marchó Sergio Ramos a finales de agosto, que ya se había convertido en un cacique de la zaga de Nervión. El Sevilla hizo gala de pólvora y seguridad atrás, por mucho que se pensara, de hecho muchos lo dijeron públicamente, que sin Ramos ni Baptista la temporada del Centenario sería un fiasco. Lejos de todo esto, el Sevilla fue claramente de menos a más, después de un inicio decepcionante en el que hasta se llegó a pedir la cabeza de Juande Ramos en octubre de 2006. Otra vez más el Consejo de Administración creyó en su intuición y no se dejó llevar por el clamor popular, dio confianza al técnico manchego y los resultados comenzaron a llegar. El Sevilla incrementó sus revoluciones y avanzó a velocidad de crucero hacia el pórtico de la gloria, que acabó cruzando de manera soñada el inolvidable 10 de mayo de 2006.
La prueba de fuego
Eindhoven fue el pistoletazo de salida para quince meses de borrachera de éxitos. Embriagado de alegrías y alborozos, los sevillistas vieron como su equipo, el mismo que tres años antes se ponía como meta los 42 puntos de la permanencia, peleaba la Liga con los grandes, se coronaba como mejor equipo del mundo y ganaba hasta cuatro títulos más. Entonces llegó el crudo agosto de 2007, el trágico fallecimiento de Antonio Puerta y, dos meses después, la fuga de Juande Ramos con el equipo más cerca de los puestos de descenso que de los europeos. Quizás decir que el Sevilla estaba desahuciado era demasiado decir, pero no menos cierto es que el pesimismo se adueño de muchos, porque el equipo estaba roto tanto en el plano psicológico como en el estructural, pues de golpe y plumazo se había quedado sin su cabeza visible.
Sin embargo se achicaron aguas y subsanaron grietas, el barco de nuevo tomó rumbo a buen puerto y el Sevilla de Manolo Jiménez revalidó clasificación europea por quinta campaña consecutiva, empatado a puntos con el cuarto, dejando una clara sensación de fortaleza y vigorosidad en el proyecto, pues ni siquiera la repentina marcha de un entrenador en medio de la competición había alejado al Sevilla FC de la senda de Europa. De nuevo, el escudo, la bandera y la afición volvían a imponerse a todo lo demás.
Otro año igual
Y llegó la actual temporada, con otro verano de ventas. Daniel, posiblemente el mejor jugador del Sevilla de las cinco copas, se iba al Barça por una millonada, Poulsen marchaba a la Juve y Keita también tomaba rumbo hacia el Camp Nou. El equipo se quedaba sin tres de sus hombres fundamentales en el anterior ejercicio, pero por enésima vez se configuraba una plantilla igualmente competitiva que tardó muy poco en hacer olvidar a los que no estaban, estando la mayor parte de la temporada en puestos de Liga de Campeones.
Este sábado en Pamplona el Sevilla de nuevo hizo historia, certificando su presenci en Europa por sexta campaña consecutiva. Aquel cántico de etapas anteriores de otro año igual, siempre en sentido negativo, se puede entonar ahora con un matiz totalmente contrario. Año tras año el Sevilla está en Europa, es más, en los últimos años el fútbol europeo no podría entenderse sin el Sevilla FC. Aquella meta de consolidar de forma permanente al equipo entre los seis primeros parece haberse sobrepasado hace tiempo, siempre con el indeleble sello de un proyecto que no entiende de nombres ni personalismos, sólo de escudo, bandera y afición... Todo ello acompañado de la dosis justa de ambición y osadía que hace del club nervionense el tercero más regular del país en la última década. Si Stallone y Snipes, en clave sevillista, despertaran ahora tras años de hibernación seguramente volverían a hibernar, incrédulos y locos, incapaces de asumir el descomunal cambio a mejor de la Sociedad.
www.sevillafc.es
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